viernes, 27 de marzo de 2020

EL DEBER MEDICO ANTE LA PANDEMIA: IMPRUDENCIA O CUMPLIMIENTO?

Con la actual pandemia del SARS COV-2, ha vuelto a la palestra el debate sobre cuan ético es que un medico se niegue a exponerse a la atención de personas enfermas sino tiene las medidas adecuadas para su protección.  

No planeo ni deseo cuestionar ni menospreciar la opinión de otros colegas; no es mi intención hacer polémica ni obligar a los demás a pensar de una forma en especial. 

Se respeta profundamente la decisión de cada colega de actuar como mejor le convenga según sus intereses o sus convicciones en un momento crítico, no solo para la salud publica de un país o de una región, sino para toda la humanidad, por primera vez en 100 años. 

Solo quiero brindar mi opinión como médico, como ser humano, como padre, como hijo y hermano. 

1. Juramento hipocrático y sociedad posmoderna.

Actualmente vivimos en lo  que se conoce como posmodernismo;según el filosofo Pietro de Barcellona el entorno social que vivimos cumple esta característica fundamental:

"La sociedad no es ya una comunidad de metas y fines colectivamente compartidos, sino un agregado de individuos atomizados y narcisísticamente orientados hacia una infinita gratificación de los propios deseos e intereses. 

Un gran imperativo, indica BARCELLONA, parece dominar: "soy porque consumo", "consumo porque todo está ahora al alcance de la mano de mis ilimitados deseos de poseer" (1994:153). Es la época del individualismo económico, del individualismo posesivo, del individualismo masa, del individualismo del consumidor..."

Esta premisa convierte a la sociedad en un grupo de egoistas, luchando unos contra otros por alcanzar beneficios personales, por acaparar riquezas o estatus, bajo el amparo de un sistema estatal destinado solo a sacar provecho de estas luchas internas, pero sin la noción de valores mas altos o nobles. 

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En este entorno, la solidaridad, el bien comunitario y el altruismo si bien no son erradicados porque aun existen instituciones sólidas que mantienen estos valores y los remanentes de la educación clásica y conservadora, aún calan en muchas personas, si es evidente el choque entre lo que se nos llama a hacer como miembros de la sociedad y este relativismo moral que se ha implantado y calado en todos los niveles.  

En nuestro caso como médicos, nuestra vocación es de servicio y atención. Utilizando el método científico y la evidencia, en eso no hay discusión, pero sirviendo a los demás. Porque al fin y al cabo que es el acto médico, sino la atención del paciente en busca de su bienestar. 

El juramento hipocrático nos recuerda:


Juro por Dios y los hombres, poniéndolos de jueces, que éste mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento.

 Aquel quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mantenimiento y si lo desea participará de mis bienes. 

Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo.

Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.

Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror. 


A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi arte en la inocencia y en la pureza.

A cualquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres.

Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas.

Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro.



2. La ética médica en situaciones de crisis.

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Cito al Dr. Juan Pablo Beca, del Centro de Bioética de la Facultad de Medicina CAS-UDD de Santiago de Chile, en un artículo del año 2010: 
"cada persona, en su condición de ciudadano y como un ser social interdependiente, se refieren a como cada persona debe enfrentar una epidemia o riesgo de pandemia. 
Las personas necesitan tomar decisiones en relación a su posibilidad de ser contagiante de otros y, consecuentemente, a asumir y a aceptar restricciones en su actividad y desplazamiento, aún si ello implica un detrimento de intereses y proyectos personales. 
Por otra parte, ante la inevitable limitación de recursos de farmacia, laboratorio y atenciones de salud, las personas necesitarán aceptar los criterios que las autoridades determinen en base a prioridades establecidas con criterios de justicia. 
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Las actitudes de los ciudadanos dependen de su responsabilidad social, la cual también está condicionada por la información que reciben de las autoridades y de los medios de comunicación social.
Los sistemas de salud deben enfrentar, además del cambio demográfico con el aumento de la edad de la población y  del número de enfermos crónicos, la aparición de enfermedades emergente y las mutaciones de los agentes infecciosos. 
Especial relevancia tienen las medidas que deben asumir las autoridades sanitarias ante epidemias o riesgo de pandemias, maximizando la eficacia de la distribución de recursos de atención ambulatoria, servicios de urgencia, hospitalización, cupos de cuidado intensivo, traslado de enfermos, etc. Para este efecto la autoridad sanitaria necesita reasignar recursos de acuerdo a prioridades establecidas por los especialistas que correspondan. 
Entre las medidas necesarias se incluye la integración y complementación de los servicios públicos con los privados. Son decisiones que pueden llegar a ser muy impopulares cuando se postergan otras prestaciones de salud o de presupuesto, cuando afectan intereses económicos, o cuando obligan a los ciudadanos a modificar sus sistemas de vida con respecto al transporte público, suspensión de clases o de reuniones, o si se hace necesario establecer períodos de cuarentena. 
Pero más complejas y más críticas aún pueden ser si, ante la imposibilidad de responder a todas las necesidades, se hace necesario determinar a qué grupos sociales privilegiar para acceder a los recursos limitados de fármacos antivirales, hospitalización, ventilación mecánica o vacunas específicas: ¿a los de mayor riesgo, a los más vulnerables, a los más jóvenes, a los más productivos, o a quienes trabajan en servicios de salud u otros servicios de utilidad pública?
Si bien los ciudadanos en el ámbito de lo personal, y las autoridades de salud en lo social, enfrentan decisiones que de manera implícita o explícita son decisiones morales, la actitud de los médicos y otros profesionales de la salud adquiere una relevancia especial. 
Atender a enfermos contagiosos constituye un riesgo innegable que se puede atenuar pero no suprimir con las medidas de prevención disponibles. 
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Hace dos décadas muchos profesionales se negaban a atender enfermos portadores de VIH por creer que su deber profesional no llegaba hasta la obligación de asumir el riesgo de contagiarse con una enfermedad de alta mortalidad. 
Similar posición han asumido algunos frente a la epidemia de SARS, en la cual 20% de los afectados fueron profesionales o trabajadores de la salud y por esta causa murieron 3 médicos en Canadá y 9 en Taiwán. 
Ante esta compleja situación, en el 2004 la AMA estableció en su código de ética que “…debido a su compromiso con el cuidado de los enfermos, los médicos tienen individualmente la obligación de proveer cuidado médico urgente en situaciones de desastre. Esta obligación ética se sostiene aún frente a riesgos mayores que lo habitual para su seguridad, su salud o su vida”. 
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3. Valores comprometidos
En las respuestas personales, frente a una epidemia o riesgo de pandemia, entran en juego los derechos individuales a la libertad, a la salud y aún el derecho a la vida. 
Sin embargo, los derechos individuales se enfrentan a las necesidades de los demás, de las personas del círculo más inmediato de cada uno, como la familia, colegios, universidades, lugares de trabajo y la comunidad como tal. En otras palabras un conflicto entre el bien individual y el bien común. 
Los valores para una solución equilibrada a este problema incluyen la compasión, la solidaridad como co-responsabilidad con el otro, la postergación personal y la lealtad con quienes existen relaciones más cercanas u obligaciones especiales. 
En casos extremos como pandemias cabe también considerar como un valor el deber de obediencia a las normas de salud pública que establezca la autoridad del país, ya que las garantías de todo afectado dependen de su cumplimiento.
En las decisiones públicas para enfrentar la gravedad de una epidemia y el riesgo de una pandemia se comprometen valores que, según como se jerarquicen, determinarán las decisiones. 
El valor principal es evidentemente la protección de la salud de la población con medidas eficaces basadas en las mejores pruebas científicas existentes.
Finalmente, la actitud de los médicos y de todos los profesionales y trabajadores de la salud hace necesario considerar otros valores que también entran en conflicto ante las epidemias. Un profesional es en primer lugar un ciudadano y como tal tiene los mismos derechos y deberes de todos. 
Pero la profesión médica significa una responsabilidad específica que se fundamenta en un contrato social implícito, en la reciprocidad por el privilegio de haber recibido su educación médica, y en la obligación moral estipulada en el juramento hecho al recibir el título universitario. 
Es implícito en este contexto el hecho que el personal médico debe contar con el equipo mínimo de protección y ejecutar todas las medidas preventivas a su alcance para no solo preservar su salud y funcionalidad en una pandemia, sino también para evitar convertirse en un supercontagiador.
El médico no debe exponerse irresponsablemente porque a parte de convertirse en un vector importante en la cadena de transmisión de una enfermedad infecto contagiosa, también es un ser humano con familia, allegados y personas dependientes de él. 
Lo que se vuelve éticamente incorrecto es negarse a atender pacientes cuando cuenta con las medidas preventivas a su alcance para minimizar el riesgo de contagio.




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