sábado, 27 de abril de 2019

El terrorífico pero noble médico de la peste

El terrorífico pero noble  médico de la peste

Articulo original: Eva Vera.

¿Quiénes eran realmente los médicos de la peste? Pues unas personas muy majas y, sobre todo, valientes, que se atrevían a tratar a los enfermos de peste. Señores cuyos rostros se esconden bajo esa máscara terrorífica que parece un pico de pájaro. Bajo esa imagen oscura y tenebrosa que tanta “grimita” produce actualmente, se escondía un heroico fin: curar de la peste o, por lo menos, intentarlo.

El médico de la peste negra

El personaje más siniestro de la Edad Media… ¡Una rata!

Pero, ¿qué pasó exactamente con esto de la peste? El brote surgió en el siglo XIII en Asia oriental, después llegó a la colonia genovesa de Caffa (en la actual Feodosia, Rusia) y cuando los genoveses huyeron la llevaron a Italia, extendiéndose por toda Europa. Los niveles de población cayeron en picado, sobre todo en ciudades italianas como Florencia, donde según Bocaccio:
“LOS FLORENTINOS DESAYUNABAN CON SUS PARIENTES Y CENABAN CON SUS ANTEPASADOS” 
 

Aunque se creía que se contagiaba por el aire, la culpable de todo es una bacteria en la pulga de la rata, animal que por aquel entonces campaba a sus anchas en barcos y ciudades. La bacteria de la peste, “preciosérrima” como ella sola, y cuyo cualquier parecido con un gusanito rodeado por tela de araña es pura coincidencia, llegaba a la sangre a través de la picadura de la pulga. Y si te picaba, existían tres posibilidades, dos de ellas eran morir. La primera era tener la peste bubónica, con la que había posibilidades de sobrevivir. La segunda era la peste negra, llamada así porque la piel se ponía negra debido a la infección. Y la tercera era la peste neumónica, que sí se contagiaba por el aire, así que si alguien te tosía cerca, al día siguiente estabas tieso (2).

Montado en el dólar mientras te mantuvieses vivo: el médico de la peste…


bacteria peste
La bacteria de la peste, una monada. Fuente

Y aquí entra en acción nuestro querido amigo el médico. Durante la epidemia del siglo XIV, los médicos de la peste solían ser gente con estudios (en medicina) que no había alcanzado el nivel profesional que esperaban y se ofrecían para este trabajo. Eso sí, las condiciones laborales debían ser muy ventajosas, ya que el riesgo al que se enfrentaban era muy alto. Del caso italiano se conservan contratos de doctores de distintas ciudades como Volterra, Pratp y Turín, que abarcan desde el siglo XV al siglo XVII.
El archivo de Pavía conserva documentos de uno los contratos más antiguos, se trata del de Giovanni Ventura que firma como médico de la ciudad en 1479 (3). En ese contrato vemos que su trabajo contaba con unas condiciones que ríete tú de la crisis medieval:
  1. – Salario mensual de 30 florines. Teniendo en cuenta que un trabajador podía llegar a duras penas a los 60 al año, y que la mayoría de profesores de universidad ganaba menos de 200 al año… era un buen sueldo.
  2. – Dos meses de sueldo por adelantado.
  3. – Casa gratis o con alquiler bajo.
  4. – Dos meses más de salario una vez acabado el contrato.
  5. – Concesión de la ciudadanía.
Pero claro, hay que ver el trabajo que tenía. El médico debía visitar a los enfermos cuantas veces fuera necesario, de día, de noche, o a la hora de la merienda. No tenía descanso el hombre. Además, estaba en “cuarentena” continua mientras durara la epidemia. No trataba con nadie, era un completo solitario.

Consejos médicos…

Nostradamus también fue médico de la peste. Algunos de los consejos que daba para superar la enfermedad eran aire fresco, agua limpia y, sobre todo, nada de sangrías(sacar sangre para hacer limpieza, nada que ver con tomarse una bebida fresquita al sol). Es curioso el tema del agua y el baño porque “el agua tenía mala fama en la Europa cristiana. Salvo en el bautismo, el agua se evitaba porque daba placer y porque invitaba al pecado”. (4)
En la epidemia de Londres de 1665, tras la huida masiva de gente, uno de los pocos doctores que se quedaron ayudando fue John Watson (no, no era el amigo de Sherlock Holmes). Como se creía que se contagiaba por el aire, Watson aconsejaba a sus pacientes llenar la casa de flores y especias para mejorar la calidad del ambiente. En sus tratamientos usaba polvos de hueso, serpientes, sapos y corteza de árbol. Otro consejo que daba, suponemos que ya como una ayudita extra, era rezar y que el Señor tuviera piedad (5). Vamos, que te podías dar por muerto.

Un diseño universal, el “uniforme” de los médicos de la peste – no un simple disfraz


médico peste
El médico que podías encontrarte en cualquier ciudad. Fuente

Aunque la comunidad de médicos de la peste existía desde el inicio de la epidemia del siglo XIV (6), el atuendo que nosotros tenemos en mente no fue inventado hasta el siglo XVII. Muy probablemente, la máscara formaba parte de su vestimenta desde el principio. Para evitar inhalar los vapores de los cuerpos en descomposición, en la máscara se colocaban hierbas aromáticas (como ajo, romero o menta) y paja, que filtraban el aire que se respiraba. (7) Muy histriónica, pero podríamos comparar esta máscara con las mascarillas que se usan actualmente. Al fin y al cabo, la finalidad era no contagiarse.
Fue en 1619 cuando Charles de L’Orme inventó esta vestimenta. A partir de entonces este fue el uniforme oficial de los doctores de la peste. De L’Orme fue médico-jefe de Luis XIII.Su idea para el traje de doctor se componía de una máscara con nariz en forma de pico de pájaro donde se guardaban hierbas aromáticas (tal como se venía haciendo), con dos agujeros próximos a las fosas nasales y lentes sobre los ojos. El sombrero, abrigo, pantalones, botas y guantes era todo de piel. También llevaba un bastón que servía para examinar a los enfermos sin necesidad de acercarse. Muy útil, ¿quién quiere tener al lado a un apestado?

El recuerdo vivo de los médicos de la peste

Hoy en día, el recuerdo del médico de la peste tiene dos caras: una, la de personaje siniestro y tétrico; y otra, la del carnaval de Venecia que lo ha convertido en uno de los disfraces más populares. Curiosamente, Venecia fue uno de los lugares más castigados por la enfermedad. A lo mejor por eso ahora se visten de médicos de la peste con tanta alegría. Porque, como se suele decir, a mal tiempo… ponte una máscara de pájaro.

lunes, 18 de marzo de 2019

Las 10 epidemias que acechan a la humanidad


La OMS considera que estas enfermedades son las que tienen un mayor riesgo de convertirse en una epidemia, porque en la actualidad no existe una vacuna efectiva para prevenirlas y, además, todavía no se han adoptado medidas adecuadas para contener su propagación:
  • Enfermedad por el virus del Ébola. Este virus tan letal, que se describió por primera vez en 1976 cuando se conocieron los primeros casos en Zaire y Sudán, desencadenó un brote epidémico sin precedentes en 2014, que demostró al mundo que es un problema de salud global, y que mientras se continúa investigando para desarrollar una vacuna y fármacos capaces de curar la enfermedad, precisa de la adopción urgente de medidas para prevenir y contener nuevas epidemias.
  • Fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. Esta patología viral la transmiten los animales –suele afectar a animales domésticos o de granja– al ser humano o a través de la picadura de una garrapata, aunque también se puede contagiar a través de los fluidos de una persona infectada. Puede iniciarse con síntomas inespecíficos como problemas respiratorios o gástricos –lo que dificulta su diagnóstico y favorece su propagación–, y en la fase final provoca hemorragias internas y causa la muerte de hasta el 40% de los pacientes. Se han dado casos en África, Asia, Medio Oriente y la Península de los Balcanes, lo que la convierte en una enfermedad con muchas posibilidades de expandirse.
  • Virus Marburgo. Este virus, que pertenece a la misma familia que el del ébola y fue descubierto en 1967 cuando se detectaron varios casos de fiebre hemorrágica en laboratorios de Marburgo y Francfort (Alemania) y en Belgrado (capital de Serbia), también ha producido brotes esporádicos en Angola, Kenia, Sudáfrica y Uganda. En total, según la OMS, ha infectado a 571 personas, y ha matado a 470. Los afectados experimentan síntomas como fiebre alta, cefalea, vómitos, sarpullido, diarrea, fallos orgánicos y, finalmente, hemorragias masivas. La enfermedad se contagia a través del contacto con los fluidos de los enfermos o con objetos contaminados.
  • Fiebre Lassa. Es una fiebre hemorrágica que se contrae al entrar en contacto con las heces de animales infectados –especialmente de ratas– a través de alimentos o enseres caseros contaminados, y que también se transmite de persona a persona o en centros hospitalarios mal preparados. Descrita por primera vez en los años 50, esta enfermedad, endémica de África Occidental, y cuyos síntomas son similares a los del ébola o las fiebres hemorrágicas, infecta cada año a entre 300.000 y 500.000 personas, causando la muerte de alrededor de 20.000.
  • Síndromes respiratorios por coronavirus MERS y SARS. Estos coronavirus son muy agresivos y causan graves infecciones respiratorias con una elevada tasa de mortalidad. El MERS se detectó por primera vez en Arabia Saudí en 2012, y aunque desde entonces la mayoría de los casos se han producido en este país y otros de Oriente Medio, como Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Líbano, Qatar, Omán, Kuwait o Yemen, los viajeros han trasladado los virus a otras zonas del planeta y se han dado casos aislados en Europa (Francia, Reino Unido, Grecia, Italia…), en Estados Unidos, Túnez o Malasia, entre otros, y Corea del Sur también sufrió un brote en 2015. El SARS (síndrome respiratorio agudo grave) se encuentra presente en varios países de Asia, sobre todo en China y Singapur, desde hace tres años.
  • Virus Nipah. Este virus, de la familia Paramyxoviridae fue identificado por primera vez en 1999 en un brote que se produjo en cerdos de granja en Malasia, en el que se contagiaron también personas que habían estado en contacto con ellos. Afecta al sistema nervioso y la encefalitis es una de sus complicaciones más graves. En 2001 se produjo un nuevo brote en Bangladesh.
  • Fiebre del Valle del Rift (RVF). Se trata de una zoonosis transmitida por más de 30 mosquitos de siete géneros distintos, que afecta a rumiantes –sobre todo a las ovejas y al ganado bovino– y a seres humanos. También es posible contraer la enfermedad al entrar en contacto con sangre, líquido amniótico, o cadáveres, de animales infectados. Se detectó por primera vez en 1930 en una granja en Kenia, y es endémica en gran parte del África subsahariana. En 2012 se registraron casos en Arabia Saudí, Egipto y Yemen, y en 2013 en Mauritania. Suele manifestarse como una especie de gripe, pero un pequeño porcentaje de enfermos puede sufrir complicaciones graves como encefalitis, lesiones de retina y hemorragias, que pueden llegar a causar la muerte. Existe riesgo de que la RVF se extienda a otros países –entre ellos España- porque se ha confirmado la presencia de vectores que la transmiten.
  • Fiebre severa con trombocitopenia (SFTSV). Este nuevo virus (fue identificado en 2011) podría transmitirse a través de la picadura de garrapatas, o por contacto con secreciones de personas infectadas. Provoca una enfermedad grave, y en China, donde se han registrado alrededor de 200 casos, la mortalidad ha sido del 12%. Sus principales síntomas son fiebre, dolores de cabeza y estómago, fatiga, vómitos y diarrea, y déficit de plaquetas.
  • Chikungunya. El virus chikungunya lo transmite la picadura de un mosquito infectado. Sus síntomas son fiebre elevada e inflamación de las articulaciones. Es endémico en África y, desde que se descubrió, en 1953, se ha diagnosticado en millones de personas residentes en más de 40 países africanos, pero también ha llegado a Europa (España, Francia, Italia, Reino Unido), Asia (China e India) y Australia. En 2014 se declaró un brote epidémico en República Dominicana (un importante destino turístico), y se han detectado casos en países como Venezuela, Haití, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos, entre otros.
  • Virus Zika. Los síntomas de esta infección provocada por un flavivirus que se transmite por la picadura de mosquitos del género Aedes, suelen ser leves –fiebre, dolores articulares y, en ocasiones, una erupción en la cara que puede extenderse al resto del cuerpo–, pero se está extendiendo con rapidez, y aunque se detectó por primera vez en África, recientemente se han producido brotes en islas del Pacífico, en Brasil, y en diversos países de América Latina y Central. Además, recientemente la OMS ha lanzado una alerta global porque se ha asociado padecer Zika durante el embarazo con un mayor riesgo de que el bebé presente microcefalia.

Las 10 principales causas de defunción

De los 56,4 millones de defunciones registradas en el mundo en 2016, más de la mitad (el 54%) fueron consecuencia de las 10 causas que se indican a continuación.
Las principales causas de mortalidad en el mundo son la cardiopatía isquémica y el accidente cerebrovascular, que ocasionaron 15,2 millones de defunciones en 2016 y han sido las principales causas de mortalidad durante los últimos 15 años.
La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) causó tres millones de fallecimientos en 2016, mientras que el cáncer de pulmón, junto con los de tráquea y de bronquios, se llevó la vida de 1,7 millones de personas. La cifra de muertes por diabetes, que era inferior a un millón en 2000, alcanzó los 1,6 millones en 2016. Las muertes atribuibles a la demencia se duplicaron con creces entre 2000 y 2016, lo cual hizo que esta enfermedad se convierta en la quinta causa de muerte en el mundo en 2016.
Las infecciones de las vías respiratorias inferiores continúan siendo la enfermedad transmisible más letal; en 2016 causaron tres millones de defunciones en todo el mundo. La tasa de mortalidad por enfermedades diarreicas, que se redujo casi un millón entre 2000 y 2016, fue de 1,4 millones de muertes en 2016. También hadisminuido el número de muertes por tuberculosis durante el mismo periodo, pero esta enfermedad continúa siendo una de las 10 principales causas de muerte, con 1,3 millones de fallecimientos. En cambio, la infección por el VIH/sida ya no figura entre las 10 primeras causas; si, en 2016, fallecieron 1,1 millones de personas por esta causa, en 2000 esta cifra se redujo hasta los 1,5 millones.
Los accidentes de tránsito se cobraron 1,4 millones de vidas en 2016; alrededor de tres cuartas partes de las víctimas (el 74%) fueron varones.

Principales causas de defunción en cada grupo de países, en función de sus ingresos

Aproximadamente la mitad de las muertes registradas en 2016 en los países de ingresos bajos se debieron a enfermedades del grupo I, que abarca las enfermedades transmisibles y las afecciones maternas, perinatales y nutricionales. Sin embargo, en los países de ingresos altos el grupo I causa solamente solo el 7% de las defunciones. Las infecciones de las vías respiratorias inferiores se encuentran entre las principales causas de muerte, con independencia del nivel de ingresos.
Las enfermedades no transmisibles (ENT) causaron el 72% de las muertes en el mundo, si bien esta proporción varió entre el 39% de los países de ingresos bajos y el 88% de los países de ingresos altos. En este último grupo de países, nueve de las 10 principales causas de muerte son por ENT, aunque en cifras absolutas el 78% de las defunciones por estas enfermedades ocurrió en los países de ingresos medianos y bajos.
Los traumatismos causaron 4,9 millones de muertes en 2016, más de una cuarta parte (el 29%) como consecuencia de accidentes de tránsito. La mortalidad por estos accidentes, que a nivel mundial es de 18,8 defunciones por cada 100 000 habitantes, es más acusada en los países de ingresos bajos, donde alcanza las 29,4 defunciones por cada 100 000 habitantes. Los accidentes de tránsito también se encuentran entre las 10 causas principales de muerte en los países de bajos y medianos ingresos, tanto en la franja inferior como en la franja superior.

¿Por qué necesitamos saber las causas de muerte?

Además de saber cómo afectan las enfermedades y los traumatismos a la población, una de los indicadores más importantes para evaluar la eficacia de los sistemas de salud de los países es la cifra anual de muertes y su causa.
Las estadísticas sobre las causas de muerte ayudan a las autoridades sanitarias a orientar las actividades futuras en materia de salud pública. Por ejemplo, cuando la mortalidad por las cardiopatías y la diabetes se dispara en pocos años, es muy conveniente poner en marcha un programa potente para fomentar modos de vida que ayuden a prevenir estas enfermedades. Del mismo modo, si en un país se registra una alta mortalidad infantil por neumonías y el presupuesto dedicado a ofrecer tratamientos eficaces es reducido, se puede aumentar el gasto en esta esfera.
Los países de ingresos altos cuentan con sistemas de recogida de información sobre las causas de muerte. No es el caso de muchos países de ingresos bajos y medianos, que necesitan estimar el número de muertes por causas específicas a partir de datos incompletos. Es fundamental potenciar la obtención de datos de calidad sobre las causas de muerte para mejorar la salud de la población y reducir la cifra de muertes evitables en estos países.